Si no se tiene la clave para conectar con la esfera erótica del otro como un triste voyeur, sólo queda ser espectador por el ojo de la cerradura, cliché banal de la comedia sexy de los 70.
La figura de la ilustración muestra la llave en su posesión reclamando su autodeterminación de su propio placer. Está claro para el observador que se le negará cualquier acceso.